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El Respeto al Misterio del Amor

Los griegos fueron los grandes maestros en describir el comportamiento humano a travĂ©s de pequeñas historias que acostumbramos a llamar ‘mitos’. Todas las generaciones que vinieron tras ellos, desde el psicoanálisis de Freud (con el complejo de Edipo, por ejemplo), hasta las pelĂ­culas de Hollywood (como el Morfeo de Matrix), han bebido de esas fuentes. Durante gran parte de mi vida, una de estas historias no dejĂł de intrigarme: El mito de Psique.
Érase una vez una linda princesa, admirada por todos, a la que nadie se atrevía a pedir en matrimonio. Desesperado, el Rey consultó al dios Apolo. Éste dijo que a Psique había que dejarla sola, vestida de luto, en lo alto de una montaña. Antes de que rayase el día, vendría una serpiente a su encuentro para desposarla. El Rey obedeció, y durante toda la noche la princesa esperó, aterrorizada y muerta de frío, la llegada de quien había de ser su marido. Al final, se durmió.
Al despertar, se encontraba en un hermoso palacio, convertida en reina. Todas las noches su marido venía su encuentro y hacían el amor, pero él le había impuesto una única condición: Psique podía tener cuanto quisiese, pero debía mostrar absoluta confianza y no intentar ver jamás su rostro.

La joven viviĂł mucho tiempo feliz. TenĂ­a un hogar, cariño, alegrĂ­a, y estaba enamorada apasionadamente del hombre que la visitaba todas las noches. Sin embargo, de vez en cuando tenĂ­a miedo de estar casada con una serpiente horrorosa. Una madrugada, cuando el marido aĂşn dormĂ­a, con una antorcha iluminĂł la cama, y vio, tumbado a su lado, a Eros (o Cupido), un hombre de increĂ­ble belleza. La luz lo despertĂł, y Ă©l descubriĂł que la mujer que amaba no era capaz de cumplir su Ăşnico deseo, y desapareciĂł. Siempre que leĂ­a este texto, me preguntaba: ¿acaso no podemos descubrir nunca la cara del amor?
Mucho tuvo que llover antes de que pudiera comprender que el amor es un acto de fe en otra persona, y su rostro debe seguir envuelto en misterio. Debe ser vivido y disfrutado en cada momento, pero en cuanto intentamos entenderlo, desaparece la magia.

Cuando al fin entendĂ­ esto, dejĂ© que mi vida la guiara una lengua extraña, que denomino un lenguaje “de señales.” SĂ© que el mundo está hablando conmigo, que tengo que escucharlo, y que si lo hago, serĂ© guiado hacia lo que existe de más intenso, más apasionado, y más bello. Claro que no es fácil, y a veces me siento como Psique en el peñasco, con frĂ­o y miedo. Pero si soy capaz de pasar asĂ­ la noche y entregarme al misterio y a la fe en la vida, al final siempre acabo despertando en un palacio. Lo Ăşnico que necesito es confiar en el Amor, aun a riesgo de errar.

Para concluir con el mito griego: desesperada por recuperar su amor, Psique se somete a una serie de trabajos que Afrodita (o Venus), madre de Cupido (o Eros), celosa de su belleza, le impone. Uno de esos trabajos es el de entregarle a ella un poco de su belleza. Psique siente curiosidad por la caja que contiene la belleza de la diosa y una vez más sucumbe ante el Misterio: abre la caja y en ella no encuentra nada de belleza, sino un infernal sueño que la deja inerte, sin movimiento.

Eros/Cupido tambiĂ©n está apasionadamente enamorado, y se arrepiente de no haber sido más tolerante con su mujer. Consigue entrar en el castillo y despertarla de su profundo sueño con la punta de su flecha. En ese momento vuelve a hablarle: “casi mueres por culpa de tu curiosidad.” Y he aquĂ­ la gran contradicciĂłn. Psique, que en el conocimiento buscaba la seguridad, no encuentra en Ă©l sino la inseguridad. Los dos se dirigen a JĂşpiter, el dios supremo, y le suplican que jamás se pueda deshacer su uniĂłn. JĂşpiter defendiĂł con tanto empeño su causa, que consiguiĂł el beneplácito de Venus.

A partir de ese día, Psique (la esencia del ser humano) y Eros (el amor) están juntos para siempre. Quien no lo acepte y busque siempre una explicación para las mágicas y misteriosas relaciones humanas, se perderá lo mejor que la vida puede ofrecer.
Saludos y hasta la prĂłxima
* Texto Original de: Paulo Coelho
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