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Caos el motor del cambio


Hace un par de días escuche esta frase que me hizo reflexionar en verdad: “El Caos es el motor del cambio, amamos el caos porque somos los que ponemos orden a todas las cosas”… 

El concepto de caos puede crear en nosotros una idea negativa, una visión de desorden en donde las cosas no funcionan bien, en un mundo en donde lo establecido y lo "correcto" es precisamente el orden. Si consideramos que el modelo bajo el cual hemos crecido es el del orden, es de suponerse que es realmente "caótico" pensar que el orden es un desorden armonioso, algo necesario para la continuidad universal. 

La complejidad del mundo ha llevado al ser humano a simplificar la realidad, a abstraer la naturaleza para hacerla cognoscible y, tristemente, a caer en la trampa de la dualidad. Bien y mal; objetivo y subjetivo; arriba y abajo. Pero la tendencia a ordenarlo todo choca con la misma realidad, irregular y discontinua. 

El caos está presente en el universo, la naturaleza y la sociedad. Comprender el caos implica entender la aseveración de un nuevo concepto, el cual afirma que el desorden, la desorganización y lo inesperado, son aspectos de la realidad que la investigación científica tiene que abordar y desentrañar. 

Nos es difícil de asimilar que de la confusión, de la inestabilidad, en fin, del caos, se consigue alcanzar un estado organizado y progresivo. Dejar lo conocido, lo repetido, lo confortable y vivir lo nuevo, lo inusitado, lo desafiante. ¡De ninguna manera! Definitivamente eso sólo puede funcionar en la teoría, porque en la práctica sabemos que la teoría es otra cosa. 

¿Quizá te sientes desbordado por la velocidad del cambio, por los incontables riesgos de la vida cotidiana? La vida entera es caos, y es bueno que así sea. El caos es al mismo tiempo, nacimiento y muerte, destrucción y creación. Habla de cómo, sobre la base de sistemas estables, se construye la inestabilidad y la futura aparición de formas de organización diferentes. Describe cómo cada pequeño cambio introducido en un sistema abierto tiene una respuesta que encierra la continuidad, metamorfosis o muerte futura del sistema. Y todos nosotros somos sistemas abiertos y equilibrados en cierta medida. 

Un Sistema equilibrado es el que permanece en constante movimiento. Veamos el ejemplo del modelo gravitacional de los planetas, de las bolas multicolores con las que juegan los malabaristas, del vaivén de los vientos y mares. Todo es movimiento constante, porque cuando cesa el movimiento, algún desastre ocurre. 

La verdad es que, más allá de periodos de relativa seguridad y estabilidad, nuestras vidas viven en el caos en forma permanente. Son tantos los factores que deciden nuestro destino, que pretender ponerlos bajo control es vanidad o pura ilusión. Por eso, en lugar de angustiarnos por lo imprevisible, es mejor disfrutar las posibilidades que nos brinda el azar de la vida. 

No es curioso que vivamos en una época donde reina el caos y el desorden, donde las estructuras sociales establecidas estén tambaleándose por ser rígidas y no dinámicas. Vivimos en la bien llamada Era del Cambio. La vida es constante movimiento. Es como el agua de un rio, si se estanca pierde su fuerza y vitalidad, lo natural es que fluya libremente, sin reglas ni nada que lo detenga. 

¿No será el caos el orden natural de las cosas? Tal vez estemos intentando modificar lo que sólo deberíamos aceptar. Dejar la vida rodar al sabor de los vientos, al ritmo de los mares, al capricho del destino, parece una cosa de lunáticos, pero tal vez exista una sabiduría mayor en no luchar contra los hechos. Aceptarlos puede ser el primer paso para vivir en armonía, porque lo que afecta nuestras vidas, de hecho, no son los hechos, sino nuestra relación con ellos. La forma en que respondemos a los acontecimientos y la forma como construimos nuestra trayectoria a partir de un evento es lo que determina la calidad de nuestra vida. 

Si sabemos apreciar el caos podemos comenzar a ver el mundo como un flujo de modelos animados, espejos extraños, sutiles y sorprendentes relaciones, además de la sorprendente fascinación de lo desconocido. 

Aprender a vivir en el caos no significa aprender a controlarlo, ni a predecirlo. Al contrario, somos parte del caos, no nos podemos considerar como elementos aparte.

Saludos y hasta la proxima
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