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Coronavirus la pandemia del terror


“Los cobardes agonizan muchas veces antes de morir… Los valientes ni se enteran de su muerte.”

Con un saldo de mas de 10 mil muertos y contando en una población mundial de unos 7800 millones de habitantes, la denominada pandemia del coronavirus 2 (Covid-19) ha derivado en la virtual militarización de sociedades enteras, con la consiguiente aplicación de draconianas cuarentenas con vigilancia activa bajo el argumento de intentar evitar el contagio.

Nos encontramos en estos días de comunicaciones instantáneas inmersos en un impactante trauma global. Nos sentimos pasmados frente a algo inesperado y desconocido a pesar de este cúmulo formidable de información que recibimos en tiempo real y esta posibilidad de conocer y pronosticar los acontecimientos futuros al detalle como nunca antes en la historia. 

La crisis del coronavirus que asola al mundo entero tiene distintas secuelas: por supuesto una primaria que tiene que ver con una crisis sanitaria y, como consecuencia de esta, una crisis económica y social; pero también se liga con un gran impacto en las emociones y en los comportamientos individuales y sociales.

El miedo es un estado emocional generado por la percepción de un peligro o amenaza próxima. Tiene una función preponderante, porque a diferencia de otras emociones básicas, el miedo no puede ser pospuesto. Hace que el mundo se detenga, que todo el resto entre en un compás de espera hasta que ese peligro sea resuelto de alguna manera. La versión más evolucionada del miedo es la ansiedad, que corresponde no a un riesgo presente, sino a una emoción orientada al futuro. Es un sistema más complejo para detectar de forma anticipada o prevenir acontecimientos que se perciben como potencialmente negativos. La ansiedad es una respuesta adaptativa que puede ser muy útil, ya que también nos ayuda a la supervivencia.

El miedo es una emoción natural en las personas cuando se encuentran ante una amenaza, como la que estamos viviendo en estos momentos, donde escuchamos y vemos que mucha gente esta muriendo en los hospitales y que al momento no hay una vacuna contra este virus.

A nivel latinoamericano las dos primeras semanas de aislamiento hubo una especie de shock, de negación, donde las personas comenzaron a acomodarse. Ahora aparece el otro fenómeno que es que la gente tiene miedo de salir, de volver a las oficinas y no quieren ese sistema de vida. Es un proceso que se nos viene fuerte porque después viene otro golpe fuerte que es la económica.

¿De donde nace este miedo? ¿A que le tenemos miedo? El miedo primario es la muerte, es el mayor de los miedos, todos los seres vivos lo tenemos escrito en nuestro ADN, es lo que activa nuestro instinto de supervivencia. Aunque aquí en mi México querido nos gusta burlarnos de la muerte también le tenemos respeto y no queremos morir.

¿Es real ese miedo? desde luego que es real, infundado pero real. Porque digo que infundado, porque gran parte de nuestro miedo se debe a la desinformación desconocemos a lo que nos enfrentamos y eso nos crea cierta paranoia e incertidumbre. ¿Vamos a morir? En lo personal yo me voy a morir cuando se me de la gana no cuando un virus de procedencia extranjera quiera. Bromas aparte nadie tiene la vida comprada y no sabemos como vaya a reaccionar nuestro organismo a algo así, lo cierto es que la muerte llega sin ser advertida y es parte del ciclo de la vida. 

La gente se muere y se ha muerto siempre desde antes del coronavirus y debemos de aprender a vivir con ello. Hace un año que falleció mi abuela materna, la hospitalizaron porque se le complico una gripe (tenia diabetes, hipertensión y otras dolencias mas) y la tuvieron que intubar, esas semanas en el hospital fueron un martirio tanto para ella físicamente como para la familia anímica y moralmente. Si bien ya era una persona grande, ya había vivido lo que tenia que vivir como dijeran por ahí, eso no quitaba el hecho de que me doliera su perdida, fue un duro golpe en lo anímico y emocional. En mi estado físico me afecto tanto que de ser alguien que no se enfermaba me empezó a dar de todo, al grado de ir a parar al hospital. A través del dolor físico comprendí una cosa el cuerpo grita cuando el alma calla. La gran mayoría de las enfermedades o dolencias tienen un origen o aspecto psicológico de fondo así que debemos de aprender a gestionarnos psicológicamente y ser conscientes de nuestras emociones y pensamientos.

No soy medico ni profesional de la salud pero si algo puedo aportar desde mi experiencia es esto tenemos que estar preparados tanto física como psicológicamente para lo que viene y tomar las cosas con optimismo y valentía. No quiero decir con esto que nos valgan las medidas de seguridad que nos imponga el gobierno y estemos por ahí de irresponsables como algunas personas exponiendo a los demás. La valentía no es sinónimo de estupidez, la valentía es saber canalizar adecuadamente el miedo, debemos actuar con responsabilidad.

Mucha gente va a morir, unos por que el virus los va a tomar en su peor momento, gente grande y con afecciones crónicas, a otros por el encierro y la depresión los va a agarrar con el sistema inmune débil y también los va a tumbar el virus. Otros tantos el duelo por haber perdido un ser querido los va a ser presa fácil también para esta epidemia, y aquí si no importa la edad, si eres joven o viejo, ya que el duelo se vive de diversas formas. Pueden imaginar el dolor de un niño al verse solo y perder a sus padres y quedar huérfano a temprana edad, el dolor de perder a tu esposa o hijos, la perdida de un ser querido sea por las circunstancias que sea es algo que no se le desea a nadie.

Vienen tiempos difíciles, tiempos de reflexión, después de esta crisis sanitaria vendrá otra peor la económica muchos perderán sus empleos, sus empresas cerraran, tendremos que hacer uso de todo nuestro ingenio y recursos, pero sobre todo tendremos que priorizar muchas cosas y sentarnos a reflexionar sobre aquello que es lo verdaderamente importante.

Quizá esto sea un quiebre de conciencia, un suceso global que nos cambie el paradigma. Quizá sea esa crisis que necesitamos para que nos cambie la forma de pensar y recapacitemos en nuestra forma de hacer política y economía. La madre naturaleza es sabia y nada ocurre por casualidad, todo en este mundo tiene su causa y efecto. 

Como seres humanos en lo colectivo nos hemos olvidado de los demás nos hemos vuelto egoístas carentes de todo sentido, centrados en satisfacer nuestra ambición y deseos vanos, no nos importa acabar con la naturaleza, con nuestra casa, nuestra madre tierra que nos da cobijo y alimento, ya ni hablar del prójimo. Olvidamos la ley de unicidad que dice que todos somos uno con el universo.

Hoy las circunstancias no obligan a distanciarnos en soledad y a reflexionar sobre lo que hemos hecho para corregirlo, la naturaleza a sido benevolente con nosotros. 
“Las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”
Nuestro planeta toma un respiro, los ecosistemas se regeneran en poco tiempo y de modo natural. La naturaleza vuelve a su curso y nos da una segunda oportunidad. Somos fruto de esa naturaleza, y sin embargo los seres humanos no hemos aprendido a respetarla y quererla como merece.  ¿Hasta cuándo vamos a seguir dando la espalda a la naturaleza? ¿Por qué razón los seres humanos no comprendemos que la naturaleza y nuestros cuerpos son una misma cosa?

Esta cuarentena es una invitación, no para entrar en nuestras casas físicas, sino un poco más profundo y tiene que ver con nuestro mundo interior. Esa casa interna (nuestra mente y nuestras emociones) también requiere limpieza, desinfección, eliminar lo que no sirve, ordenar prioridades y hacerse las grandes preguntas que a veces decíamos que no teníamos tiempo.

Saludos y hasta la próxima!





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